miércoles, 26 de noviembre de 2008

Por Cristina Castello: Premio Nobel de la Paz 2008: el hombre que apoyó la invasión a Irak

Fecha: martes, 25 noviembre, 2008, 4:53 pm

Martti Ahtisaari

Premio Nobel de la Paz 2008: el hombre que apoyó la invasión a Irak
Por Cristina Castello

Lo llaman «Papá Mumin» por su parecido con un corpulento personaje de la familia Moomins, de cuentos y cómics escandinavos. Martti Ahtisaari recibirá la recompensa, equivalente a 1.4 millones de dólares en coronas suecas, el próximo 10 de este diciembre; y el 11 gozará de una fiesta que reunirá al Jet Set, en su honor.

¿No será hora de cuestionar este galardón, el Premio Nobel de la Paz? Los motivos abundan: estuvo nominado Georges W.. Bush, por ejemplo. Sí. El mismísimo, a quien gran parte de los estadounidenses quieren juzgar por crímenes contra la humanidad. ... justamente él, el adalid de la paz.
¿Y qué tal si pensamos en Alfred Nobel, el padre del premio? Primero inventó la dinamita y otros explosivos que sirvieron a fines militares: la balistita o pólvora sin humo, por caso. Pobló a la humanidad de municiones, y con el rédito de sus inventos colmó su vida: hizo una fortuna colosal. Pero antes de morir quiso lavar su culpa, y creó este y otros laureles que llevan su nombre: para literatura, medicina, física y química. «Ahí anda el artesano del desprecio, implorando el amor del despreciado» (Pablo Neruda).

Sin embargo, el mundo acepta la curiosa expiación de Alfred Nobel, y aplaude sus premios. «Papá Mumin» había dicho que le hubiera sido más fácil ganar la lotería que obtener este reconocimiento. ¿Será que el ansiado Nobel de la Paz se juega a los dados que tira el Poder, según convenga a sus designios? De cualquier manera, este premiado tiene méritos, aunque también... Ya se verá.

Martti fue presidente de Finlandia entre el ’94 y el 2000 y acumula tres décadas consagradas a la mediación y resolución de conflictos en el planeta. Como comisionado y enviado especial de la ONU, su logro mayor fue haber supervisado la independencia de Namibia en 1990, causa por la cual luchó durante trece años. Además, atesora como éxitos su tarea como mediador en la guerra entre la OTAN y Serbia —donde no lo quieren ni un poquito—, y, muy especialmente, la supervisión del acuerdo de paz en el prolongado conflicto en la región indonesia de Aceh. Gracias a sus oficios, lo firmaron las partes beligerantes el 15 de agosto de 2005 en Helsinki y con él como testigo.

Sus ojos celestes nacieron en Viipuri, hoy Viborg, ciudad de la ex Unión Soviética; si naciera ahora sería ruso. Hijo de un suboficial del ejército, sufrió desde los dos años —en 1939 era casi un bebé— las consecuencias de la guerra entre la entonces URSS y Finlandia, que terminó en el ’44. Después quiso ser maestro, se graduó en la Universidad de Oulu y partió hacia el servicio militar obligatorio. Pero él no podía ser uno más. Entonces salió de allí, pero no como todos, sino con el grado de capitán. Siempre atento a los asuntos de comercio e industria de los países llamados «en vías de desarrollo», formó parte del Comité Asesor del gobierno finés.

«Papá Mumin» —gesto siempre adusto— es persona de costumbres simples. Cuando fue presidente por la socialdemocracia de su país, todo lo que tenía un tufillo ceremonioso le molestaba, y por eso y sin proponérselo, resultaba tan gracioso como su personaje de historieta. Fue el hazmerreír de la prensa cuando se cayó dos veces al suelo durante recepciones oficiales y elegantes. No soportaba el frac, y los zapatos de charol le eran demasiado estrechos; el golpe era tan inevitable como lo fueron sus heridas en la nariz.

«El hipopótamo», lo llaman también así, sonríe serio y feliz... fiel a su estilo, a pesar de todo. Tiene humor y sigue enamorado. Se casó con la historiadora Eeva Irmeli Hyvärinen en el ’68. Cuarenta años de amor, que los hicieron recibir juntos la noticia de la lotería, del juego de dados, o el Premio Nobel de la Paz, según se vea.
El hijo de ambos, Marko, nació en 1969. Altísimo ejecutivo empresarial de telefonía móvil. De una multinacional. Y es también músico reconocido: su padre lo educó en la Universidad de Columbia, en los USA.

Curioso carnaval:
«Papá Mumin» o la cara de la indignidad Defensor de la causa de Palestina y el Líbano, la posición de Ahtisaari con respecto a Irak fue, en cambio, francamente indigna. En 2003 encabezó un equipo que evaluó las condiciones de seguridad para el personal de la ONU en Irak, tras la ocupación anglo-norteamericana. En aquel momento, fue favorable a la invasión. No compró el argumento mentiroso de las supuestas armas de destrucción masiva que dieron la excusa a Bush para atacar; pero justificó su defensa en los crímenes y violaciones a los derechos humanos cometidos por Saddam Hussein.

En una palabra: el flamante Premio Nobel de la Paz invocó la defensa de la vida para apoyar la muerte: los crímenes de lesa humanidad que cometerían el Imperio y su aliado británico. En enero de 2007, el hoy flamante premiado había presentado su plan de paz, incluida una propuesta de «soberanía limitada», para Kosovo; y esa independencia que ayudó a conseguir, lo enorgullece, a pesar de las reticencias de países como España y Grecia; y del rechazo por parte de Serbia, Rusia y Cuba. El embajador ruso ante la OTAN, Dimitri Rogosin, se mostró francamente molesto por el Nobel para Ahtisaari y, como muchos otros, interpretó que su plan para Kosovo no hizo más que perjudicar a Serbia.

De todos modos, Ahtisaari parece estar más allá de las críticas. A los 71 años se regocija porque su rostro será inmortalizado en un sello de correos de alrededor de un dólar, en moneda finesa, mientras espera la gran fiesta en honor de su premio.
En Oslo, la capital noruega, los ricos y famosos —pero sobre todo los poderosos— le rendirán homenaje durante una celebración que comenzará con un concierto y donde no faltará ni el mayordomo de Batman. Precisamente, el presentador será Michael Caine —quien desempeñó ese papel en el reciente filme El caballero negro—, junto a la actriz norteamericana Scarlett Johansson; y entre otras stars, desfilarán por el escenario Diana Ross, la mexicana Julieta Venegas, la cantautora canadiense Leslie Feist y el cantante de country Dierks Bentley.

Claro que el día anterior Martti Ahtisaari habrá embolsado el dinero del premio que, según ha dicho, le servirá para fortalecer la CMI, su ONG; se trata de la «Iniciativa para la Gestión de Conflictos», creada en el año 2000 para apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional para prevenir y resolver crisis de seguridad en diversas áreas del mundo. Tal, la declaración de principios; pero según el diario ruso «RBC Daily» esta empresa es un verdadero negocio que le reporta grandes beneficios... ¿Qui sait?

Desde 1901, fecha de la entrega de los primeros premios del arrepentido creador de explosivos de muerte, Alfred Nobel, la nómina de los ganadores es —por lo menos— discutible. Es verdad que entre los premiados, muchos hicieron honor a aquellas palabras de Erich Fromm según las cuales el corazón de hombre nunca deja de ser humano. Albert Schweitzer, Linus Carl Pauling, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta, o los latinoamericanos Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel.
Pero también, en una suerte de carnaval perverso, recibieron el galardón hombres cargados de sombra y muerte. Entre ellos, Theodore Roosevelt (no confundir con Franklin Delano Roosevelt), Henry Kissinger, Shimon Peres y Menachem Begin. Según Gabriel García Márquez, Begin —a quien con razón comparó a Adolf Hitler— debería haber merecido el «Premio Nobel de la Muerte».

Martti Ahtisaari, la figura viviente de «Papá Mumin», se lleva el premio en momentos en que el planeta padece más que nunca la mundialización de la miseria, la violencia y el desamparo. El día de su fiesta, mientras El caballero negro se verá en todas las pantallas del mundo, brindará con Michel Caine, el mayordomo de Batman, por su Nobel de la Paz. Y pues la crisis de la Tierra toda se acrecienta cada día, palpitarán también con más fuerza, las palabras de Martin Luther King en 1963: «Tengo un sueño». La libertad, la justicia, la paz.

http://www.cristinacastello.com/
Poeta y periodista

jueves, 2 de octubre de 2008

ACERCA DE LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO EN MÉXICO

Increíble pero cierto. Cuando a finales del mes de agosto del presente año se legalizó el aborto en México, las campanas de la catedral sonaron a duelo. Pero no sonaron cuando fueron violados niños por curas representantes de la iglesia católica. No suenan cuando la gente sin techo y sin comida muere de frío o de hambre y ellos viven tranquilamente y muchos en la verdadera opulencia. Tampoco suenan por cada mujer que pierde la vida en manos de charlatanes que se dicen médicos y que practican el aborto en las peores condiciones de sanidad…

Y ni que decir de grupos como Pro-Vida o de las personas que han criticado dicha legislación. Alegan que Dios dio la vida, pero se olvidan que también dio el libre albedrío. No piensan ni saben lo que puede llevar a una mujer a semejante decisión: sus miedos: como enfrentarse a una sociedad o familia que la tacharán como algo de la peor calaña, el abandono de su pareja, el tener más hijos de los que se puede mantener de forma digna, alguna malformación comprobada o enfermedad hereditaria de riesgo.

Muchos dicen que es mejor darlos en adopción. ¿Qué no han visto lo difícil que es en México adoptar un niño? ¿Saben a cuantas parejas de condición estable –económica y moralmente- que no pueden procrear les han negado la adopción? Los orfanatos o casas hogar están llenas. Y todos esos niños crecen en instituciones o terminan en la calle porque se escapan y como consecuencia son abusados de distintas formas.
Un ser humano que no es deseado crea angustia en su madre. Dicha angustia es transmitida al feto. Un ser humano que no es deseado tampoco es procreado con amor y, el amor es imprescindible desde que el feto se encuentra en el vientre.
No debe obligarse a una mujer a llevar a término un embarazo cuando es violada, y especialmente cuando la violación ya en su propia esencia condenatoria, se deforma de manera aberrante cuando dichas mujeres son violadas por sus propios padres, hermanos, abuelos o tíos, con el alto riesgo de que las criaturas procreadas nazcan con taras importantes. Pero sobre todo, nadie tiene derecho a obligar a dichas mujeres a recordar el abuso que sufrieron y que estará presente por el resto de sus vidas en esos niños no deseados y, que muy probablemente, sufrirán también cuando sepan la forma en que fueron concebidos, porque todos sabemos que el sol no se tapa con un dedo.
¿Qué clase de personas serán esos niños que muy probablemente tendrán afecciones emocionales graves? Es cierto que el sentimiento maternal es tan fuerte que muchas veces es capaz de olvidar, pero también es cierto lo contrario, y en este caso ¿qué vida depara el destino a esos niños que no podrán ser amados plenamente por sus madres?

Yo, con toda honestidad, no creo que Dios esté de acuerdo con los millones de niños desamparados por todo el mundo, o que crecen en condiciones de pobreza extrema, cuyo estado de desnutrición y salubridad es lamentable y que nunca pueden tener acceso a escuelas ni a diversiones sanas. Niños que tal vez nunca sepan lo que es un cine, un juguete, una cama caliente o un dulce. Niños que cuando los encontramos en la calle volvemos el rostro…Niños abusados sexualmente, niños limpiaparabrisas o tragafuegos, niños que roban para poder comer. Niños que se calientan con perros callejeros por las noches. Niños que tampoco son ayudados por grupos que están a favor de la vida, ni por la iglesia, ni por nuestros gobiernos, ni por ti ni por mí.

Pero de cualquier forma estos niños seguirán existiendo, porque si bien es cierto que el aborto se ha permitido, también es cierto que será difícil que se regule como algo cotidiano en el sector salud de este México lindo y querido, de tal manera, que solo sea accesible para quienes tienen para pagar médicos u hospitales privados. Además, debemos recordar, que las clases más pobres son las más ricas en ignorancia y también las más influenciables por nuestra iglesia católica.
Sí, lamentablemente.

En mi opinión la legislación del aborto no debe implicar más que una garantía de seguridad cuando la mujer “DECIDA” por sus propias y personales razones, la suspensión del embarazo. Pero creo, también, que lo más importante no es dicha legislación, sino profundizar en la RESPONSABILIDAD que toda mujer debemos tener, en cuanto a los medios anticonceptivos que se pueden usar, porque definitivamente el aborto no debe ni deberá ser usado como recurso anticonceptivo, pero tampoco condenado por quienes decidan llevarlo a cabo.
Las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos, pero también debemos ser responsables de nuestra sexualidad. La aceptación por nuestro gobierno para legalizar el aborto no debe ser marcador de nuestra libertad y como recurso no debe ser indiscriminado, porque no somos hienas. La verdadera libertad siempre deberá ser ejercida con responsabilidad y, somos tan libres, que podemos hacer uso de cualquier método anticonceptivo. Somos tan libres que podemos educar a nuestros hijos para ser responsables de su sexualidad. Esto es mucho más importante que la legalización del aborto y como mujeres cultas, modernas y libres, no debemos olvidarlo.

De forma muy personal, para mí la máxima no sería simplemente el derecho a la vida, sino el derecho a una vida de amor, de paz y de dignidad. Éstas deberían ser las garantías de todo ser vivo, no solo del género humano. Lo que sin duda nos da para otro tema.


Issa Martínez

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Mar adentro

Una cultura se transforma en otra
cuando cambia la red de conversaciones que la constituye y define..
Humberto Maturana
Imaginemos
¿Qué pasaría si un grupo de científicos intentara simular un embarazo utilizando toda la tecnología a su alcance? No imagino la cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero que se tendría que invertir para lograrlo. El mantenimiento perfecto de la maquinaria, filtros de sustancias, medición de fluídos, controles de temperatura, luz, oxigenación, medición de signos vitales, evolución neurológica de feto, etc, etc..Quizás el laboratorio estaría protegido bajo las más altas normas de seguridad e higiene y lo más seguro es que sería un proyecto top secret al cual tendría acceso solamente un grupo de privilegiados eruditos a nivel mundial..Ahora imaginemos que hubieran cámaras instaladas ahí, con transmisión en vivo y en directo las 24 horas del día durante todos días de la gestación -por supuesto, previo pago de PPV, porque la mugre se mete en todos lados y el marketing es uno de sus secuaces-..¿Cuántos millones de personas pagarían su cuota mensual con tal de tener acceso a tan increíble acontecimiento? Seguramente sería un tema que estaría en boca de todos y que tocaría profundamente a quienes lo atestiguaran a lo largo de esos 10 meses lunares..Estamos tan acostumbrados al hecho de ver mujeres encintas por la calle, y las mujeres estamos tan acostumbradas al tema del embarazo, que no terminamos de darle el golpe al milagro que tenemos ante nuestros ojos o bien, desarrollándose en nuestros propios cuerpos.

A contracorriente
Confieso que no soy amiga de los ultrasonidos durante el embarazo, reconozco también que hay casos en los que es indispensable hacerlos, sin embargo, me parece que esta técnica, entre otras, es un acto de invasión ante el Misterio, y habría que plantearnos muy seriamente si dejarnos llevar por esta moda o marcar nuestros límites en cuanto a la forma en que deseamos vivir nuestra preñez.

Es cierto, el médico es el médico, pero las madres somos las madres, y nosotras, como depositarias de esa vida, tenemos derecho a hablar, a preguntar, y a proponer, y a que se nos escuche, se nos responda , y a ser tomadas en cuenta con respecto al flujo de energía que viene de nuestro cuerpo sutil, expresado en forma de sentimientos, emociones, intuiciones, visiones y corazonadas..Si el obstetra con quien nos atendemos, tiene pobremente trabajado su lado femenino, seguramente tenderá a mantener el control del embarazo, parto y puerperio a toda costa, es decir, estará completamente cerrado a otros caminos que puedan complementarse con su trabajo profesional, esto lo manifestará por poner algunos ejemplos, de las siguientes maneras:


1. Utilizando terminología médica inentendibleque lo único que hace es separarnos de la Experiencia. (A nosotras y al padre de nuestro bebé)

2. Utilizando ironías o sarcasmos,cuando se refiere a nuestras propuestas y dudas.

3. Utilizando un lenguaje no verbalcolmado de mensajes de rechazo o de prepotencia.

4. No dándole importancia a nuestras preocupaciones.

5. Minimizándonos de manera suave, contundente y perseverante.

6. Amenazándonos de que si no acatamos cada una de sus órdenes,el bebé estará en peligro y que eso ya no será su responsabilidad.

7. Utilizando la tosquedad en los procedimientos de exploración física que nos realiza, y si nos quejamos, decirnos que nos aguantemos, que es totalmente normal ese dolorcito.

¿Te suena conocida alguna de estas experiencias?

Quizás esto sea lo cotidiano, pero no es lo que merecemos como gestantes, es decir, estamos siendo agredidas a través de formas muy específicas y conocidas, para mantenernos a raya y lejanas de algo que es tan íntimo; y en nuestro desconocimiento ante la materia, más el anhelo de que el bebé esté lo mejor posible, por miedo, permitimos la separación, y esto se llama violencia.

Unidad
Si por el contrario, tienes la suerte de atenderte médicamente con una persona que tenga contacto con su lado femenino, tendrás una experiencia bastante enriquecedora, ya que todos sus conocimientos sobre Obstetricia -que pertenencen a lo lineal, a lo Masculino-, se verán potenciados con la fuerza que da lo no lineal, es decir con lo Femenino.

° Recursos de lo Femenino durante el proceso de dar vida a un nuevo ser humano:

Hatha Yoga.
Meditación.
Aromaterapia.
Reflexología.
Terapia floral.
Danzaterapia.
Masajes.
Arte, entre otros.

° Cuidados desde lo Femenino durante la gestación-parto-puerperio:

Ternura, paciencia, flexibilidad, compasión.
Lógica paradójica.
Horizontalidad en lo relacional.
Ser (atención a lo que es, no a lo que debería ser)
Graduación de la intensidad de la luz.
Control de la temperatura ambiental.
Uso de música específica como apoyo al proceso.
Entonación de ciertos Mántra-s.
Visualizaciones dirigidas.
Todo lo que sea ritualístico.
Lectura y atención a las necesidades sutiles madre-bebé.
Inmersión profunda en Kayros.

°Elementos en juego:

Agua.
Aire.

°Recursos de lo Masculino durante el proceso de dar vida a un nuevo ser humano:

Fuerza, coraje, sostén, protección.
Verticalidad en lo relacional.
Deber ser (normas, reglas)
Conocimientos científicos sobre Gineco-Obstetricia.
Todo lo relacionado con Leyes causa-efecto.
Exámenes de laboratorio previos al embarazo.
Control obstétrico de manera periódica.
Análisis clínicos.
Seguimiento de una régimen alimenticio.
Ingesta de suplementos vitáminicos.

°Recursos para la gestación-parto-puerperio, desde lo Masculino:

Fuerza, coraje, sostén, protección, seguridad.
Lógica.
Aparatología.
Imagenología.
Conteos específicos.
Desinfección con sustancias químicas del lugar donde se da a luz.
Recursos alopáticos.
Sujeción incondicional a Cronos.

°Elementos en juego:

Tierra.
Fuego.

Amalgamar estas dos poderosísimas fuerzas es muy beneficioso, ya que juntas harán que la vivencia sea profundamente espiritual, humanizante y unitaria, facilitando el cruce de ese Portal Iniciático llamado Parto-Nacimiento-Puerperio.

Abre tus ojos a las señales
Una señal de que estás en buenas manos es que te sientes tranquila con la experiencia con tu obstetra, que te sientas confiada, protegida. Que no sientes miedo, vergüenza o timidez cuando te atiende. Que puedes expresarte libremente, que tu cuerpo se muestra relajado ante su presencia.

Por ello, la próxima vez que asistas a consulta, obsérvate, por favor, pon atención a lo que sientes desde que te diriges a tu cita, date cuenta de tus tensiones corporales cuando llegas a la sala de espera, cuando te llaman para entrar al consultorio y cuando estás en presencia de quien te atiende médicamente; todas esas señales a nivel organísimico son las voces de tu sabiduría y es importante que las atiendas, porque te hablan con honestidad de lo que realmente sientes y necesitas.

Nunca dudes de la sabiduría de tu cuerpo, la mente puede engañarte, pero cuando el cuerpo habla, siempre lo hace desde la verdad, ya que posee sensores que nuestro raciocinio no puede entender, así que aprende a reconocer las señales de empatía o antipatía, de alerta o de paz, que te envía constantemente. ¿Cómo? Observándote, sintiéndote. Se dice fácil, pero requiere de disciplina constante, de prestar atención plena a lo que ocurre en el aquí y el ahora. Así que comienza ahora y ve conociéndote de a poco.

Por último
¿Tienes alguna idea de la manera en que tu obstetra vive su espiritualidad? ¿Lo espiritual tiene alguna importancia en su vida? ¿Lo tiene en la tuya?

Religiones aparte, creo que si que es importante este punto ya que de ello dependerán un sinfín de circunstancias y de procesos que se desencadenarán durante tu embarazo.

Para escoger correctamente a quien te atenderá, hay que tener los ojos bien abiertos, especialmente los del corazón; la o el obstetra debe tener muchas cualidades, y no he enunciarlas aquí, sin embargo para mí hay una que es indispensable:

Que sienta profunda Devoción ante el Misterio.

Esto, no se logra con Maestrías ni Doctorados Honoris Causa, lo da exclusivamente Quien ha de darlo, y lo recibe - mejor dicho, se hace consciente de Ello-, quizás quien haya hecho de su vida, un compromiso mar adentro.¿En manos de quién estas?


Beatriz Eugenia Andrade Iturribarría ©
Psicoterapia y Espiritualidad Femenina

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domingo, 24 de agosto de 2008

El Complejo de Cenicienta

Aquí estoy como un mendigo, ordenando príncipes por catálogo en la barra del antro. Pero es tarde, y no me queda más que esta mancha de ceniza entre las piernas. ¿A dónde se han ido todas las perdices?
–Jessica Freudenthal –



Hoy quiero tener un imaginario diálogo con las lectoras de esta bitácora “Mujer en palabras” y compartir con ellas unas reflexiones surgidas a partir de la lectura de “El Complejo de Cenicienta” libro publicado en 1981 por la autora norteamericana Colette Dowling.

¿Pero que puede tener en común una mujer real con Cenicienta? Quizá mucho más de lo que en apariencia las separa. En principio deberíamos traer a nuestra mente las características de la heroína Disney: ella es hermosa, víctima de las circunstancias y de otras mujeres también, necesita ser rescatada – qué mejor que por un príncipe- y se le identifica con la fragilidad de su zapatilla/ corazón.

Si bien superada la etapa del feminismo recalcitrante de los años 60’s, la mujer en occidente se impone a limitantes –muchas prevalecen hoy día- e irrumpe en el mercado laboral con pujanza y actitud, comienza a vivir la vida sacudiendo de sí la consigna única de ser madre y ama de casa, la nueva Eva vuelve a ser tentada por las arengas sociales que la impelen a encontrar por designio divino a su otra mitad; ese ser mágico le permitirá sentirse segura y a salvo de todo mal.

Y ahí germina el Complejo de Cenicienta, en el campo fértil de los temores tan largamente reprimidos: el miedo a la independencia, a ser y existir en forma autónoma. En el papel de Cenicientas, se espera que las mujeres dejemos de lado nuestras capacidades de resolver problemas, tomar decisiones, y cedamos el mando a gente superior: y ojo, no hablo solamente del príncipe consorte, sino de los padres que cobijan eternamente a una mujer soltera,- impidiéndole crecer- y de toda persona que considerásemos más fuerte y a quien estemos confiriendo poder para tomar decisiones sobre nuestra vida.

Y así, Cenicienta tan dócil, abnegada y sumisa, sólo tendrá que esperar al hada, o al milagro que, en forma de apuesto príncipe, o de cualquier sustituto, llegará para salvarla de su triste e inevitable destino.

Colette Dowling narra que ella pasó varios años separada y a cargo de tres niños a los que alimentar, vestir, educar y distraer. En ese periodo se desenvolvió con independencia pero después, cuando formó otra pareja, dejó de ganar dinero y recobró el estatus dependiente. ¿Un vicio? ¿Una vocación?

Aquí la nota no es renunciar a vivir en pareja, o a tener descendencia, o preconizar la soltería, sino que al margen del estado de vida elegido, la mujer nunca pierda de vista que el único camino que conduce a la [liberación] femenina, es el que parte de la liberación de nosotras mismas, desde nuestro interior.

Tratemos de que en nuestros círculos de influencia, amigos, familia, prive un verdadero respeto a la individualidad. Si se comprende que la dependencia psicológica personal -el deseo profundo de que otras personas cuiden de nosotras- es el principal enemigo de la libertad, Cenicienta ya podrá volver a su lugar: el mundo de la fantasía.-


Rebeca Montañez
Agosto de 2008

martes, 22 de julio de 2008

LA LENGUA SIN PALABRAS

por NURIA AMAT Escritora, autora de la novela La intimidad

¿Por qué hablo en el idioma que hablo? ¿Qué lengua permanece cuando escribo? A menudo suelen hacerme esta clase de preguntas. ¿Por qué siendo catalana escribo en castellano? Preguntas que si quiero ser sincera no puedo contestar rápidamente porque la verdad más aproximada al hecho de que siendo bilingüe haya decidido escribir en castellano guarda relación con mi historia personal y con la historia de mis orígenes familiares. La biografía de cada escritor es única. Y el idioma de escritura depende casi siempre del idioma o idiomas de su vida o biografía.

Así pues, soy hija única de una familia catalana de tres hermanos tocada por una suerte de tragedia. Mi madre muere cuando yo he cumplido apenas los dos años y aún no me ha sido dada la posibilidad de aprender el abecedario del habla. Este traspiés familiar determina mi vida y sentencia, si cabe, todavía más, mi literatura.

Al morir mi madre, yo, que aún no hablo, me quedo sin el lugar del habla. Me roban la memoria. Dicen que mi madre era catalana. Que el catalán es la lengua de mis padres. Que así era como hablaba ella, si es cierto, y yo decido creer la historia de que algún día tuve madre. La duda externa me enmudece y cuando por fin me decido a hablar y a soltar algunas de las frases necesarias, lo hago en castellano, en el idioma de mi no madre, el otro idioma. Un idioma interior para la familia. Una familia que se jacta de ser sencilla y profundamente catalana.

Recuerdo de aquel entonces su voz enmudecida, unos ojos huraños y apretados y una enorme rabia contra la vida, la muerte y la casa de mis padres.

Recuerdo la vergüenza del habla. Cuando voy a hablar, las palabras explotan en mi boca y se escurren como lagartijas. Soy una niña tartamuda. Dicen que cuesta entenderme. Cuando, al fin, consigo hablar lo hago, claro, en castellano. El idioma que una auténtica familia catalana no deja de considerar también como el idioma de Franco, el idioma de los españoles, el otro idioma, el impuesto y casi ajeno. Cuando hablo, consigo que mi padre y mis hermanos me hablen también en castellano. El idioma del desacuerdo familiar, de la rebeldía contra la zancadilla del destino. El idioma de la escuela, por demás, de una escuela como todas entonces, sometida al régimen del general Franco. El idioma de la orfandad absoluta.

En mi casa nunca se habla de Franco. Es un nombre viejo, la sombra negra de nuestro álbum doméstico. Una especie de estrambótico y lunático inquilino cuya existencia conviene ignorar por si fuera el caso.

Yo hablo, cuando consigo hablar, el idioma de la calle. Mi madre ya no vive en ese idioma. En este idioma mío, de mi madre sólo queda el agujero negro de su desaparición. En mi idioma la muerte de mi madre deja de ser una celebración doméstica o el altar sagrado de la adoración perpetua. El idioma importado me excluye de esa clase de conversaciones familiares. Me rebelo, entonces, contra el idioma de la madre ausente. No se trata de una decisión premeditada. Mi lengua se niega a festejar la ausencia repetida de la gran desconocida. Y en esta oposición todavía permanezco. Una oposición que va más allá de la pertenencia o posible pertenencia a un idioma. Una oposición a cualquier tipo de pertenencia de lengua o territorio.

Mi castellano, o español, o como decidan llamarlo, no es un castellano amable. Es un castellano duro y antipático. En la intimidad, a veces resulta también muy tierno. Es el idioma tosco del expatriado. Y soy muy testaruda. Consigo casi todo lo que me propongo. Pareces hija de castellanos, pareces maña, oigo decir como una reprobación.

Y yo me siento bien en ese exilio fraudulento de idioma castigado. La orfandad es una especie de exilio involuntario. En ese espacio de orígenes dudosos me gusta inventar palabras. Sólo las palabras inventadas son capaces de aliviar esta tristeza de falta de palabras. También me gusta jugar, a escondidas, con los distintos acentos del idioma español o castellano. Mi lengua es impura y a mí me gusta oscurecerla todavía más. Por otro lado, me avergüenza un poco no hablar bien el catalán ni tampoco el castellano. Escribo en secreto en este idioma áspero, difícil, y bastante inconfortable. Un idioma que voy haciendo mío a medida que crece mi escritura. El idioma que poco a poco consigue separarme del idioma incomprensible de mi madre.

Tengo miedo a hablar. Un miedo que ensombrece mis palabras y las comprime y paraliza en el borde de mis labios. Cuando voy a hablar, algo irrefrenable se dispara en mi cabeza para recordarme mi color de orfelinato. Y entonces, en lugar de voz, son lágrimas lo que se empeña en salir de mis labios asustados. Lágrimas como palabras rabiosas o infectadas. Por eso callo casi siempre. Disimulo así la ausencia del habla de mi madre abandonada.

Esta madre catalana que no tengo se me ha comido el habla. Entonces, casi muda o tartamuda voy buscando por ahí un idioma en el cual, además de reconocerme, pueda denunciar a los cuatro vientos la ausencia de madre abandonada.

La ciudad en donde vivo, Barcelona, es la ciudad de dos idiomas. El idioma catalán, por un lado, y el otro idioma, el español o castellano. Siempre hay quien no encuentra justa en la balanza esta división de lenguas que algunos tildan de arbitraria. El castellano es, además, el idioma del inmigrante, del otro catalán, el idioma de los desheredados, y es también el idioma de una parte de la burguesía que, al menos en la apariencia, sigue congeniando con el espíritu desastroso de Franco. Aunque exista ciertamente otra burguesía catalana que defendiendo el idioma catalán tolera el espíritu endemoniado de Franco.

Mi castellano tiene aire de idioma oprimido y abandonado. A fuerza de usarlo se va convirtiendo en el idioma de mis libros, de mis lecturas preferidas, es el idioma de todos aquellos libros censurados por el régimen franquista y que nos llegaban en cargamentos sudamericanos. Toda mi ansia de lectura se encuentra en este idioma castellano. En casa, porque entonces vivo todavía en la casa de mi padre, hay dos bibliotecas, la mía, en castellano, y la biblioteca catalana de mi padre. Una biblioteca suntuosa. Hermosa y admirable.

¿Mi biblioteca es española? No podría asegurarlo. Ni hoy tampoco me siento capaz de poner mi mano en el fuego para asegurar que cuando hablo o cuando escribo (pues sigo escribiendo en español o castellano) yo utilizo en verdad el auténtico idioma castellano.

¿Cuándo un idioma es auténtico? ¿Cuando se apodera de ti, o bien cuando tú te apoderas del idioma? ¿Qué es escribir en un idioma auténtico o verdadero?
De algún modo, tengo que llenar el espacio del habla de mi madre abandonada. Dispongo para ello de otra lengua comodín, una lengua huérfana, una lengua sin madre, tal vez. Una lengua que a fin de cuentas se me parece bastante. Para escribir elijo el idioma de madre abandonada. Se me dirá que esto no es un idioma ni es nada. Pero esa nada es también el espacio desconocido de mis orígenes. La lengua de madre abandonada es mi auténtica lengua de escritura. De niña me gusta soñar que he inventado un idioma y es verdad que desde entonces ahora cuando escribo tengo la impresión o la necesidad de estar inventando siempre mi idioma particular de madre abandonada. Se me repetirá que esto no es una lengua. Y yo seguiré insistiendo que esta es mi lengua de escritora. Una lengua híbrida, seguramente, una lengua bastarda. Hay quienes la llaman literatura española o castellana. Ahora en Cataluña hay también quienes quieren llamarla otra especie de literatura catalana.

Me siento afortunada de poder desenvolverme en una y otra lengua. ¿Qué idioma me pertenece más? Seguramente el español (o castellano) porque, además de sostenerme en un mundo desmembrado, me ha permitido nadar contra corriente. Debo sentirlo más apegado a mi literatura porque en el contexto de mi nacimiento debió ser el español mi lengua extranjera, siendo el catalán ausente mi idioma de madre abandonada y yo no concibo otra forma de ser escritora sin el deber de escribir en una lengua de lo extraño, de lo huidizo, de lo oculto e irreconciliable.

Para un escritor, y más si es una escritora, todas las lenguas son igualmente injustas. Todas son, por principio, lenguas tan autoritarias como limitadas. Cada escritor (y con más razón una escritora) sueña con encontrar una lengua diferente de escritura, su lengua personal que le permita desentrañar sus abismos y silencios puesto que para el escritor, y más aún para la escritora, la lengua de escritura siempre es extranjera.

Desde el momento en que adquirí conciencia de que yo era escritora o no era nada en absoluto, he oído hablar de las sucesivas crisis de las vanguardias. ¿Dónde se encuentra ahora la vanguardia literaria? Por supuesto, esta no es la pregunta propia de una inconformista de la palabra que es como pretende ser mi lengua sublevada de escritora. La ensayista Marthe Robert lo anunció no hace mucho tiempo: ``En literatura, lo nuevo calla'', dijo discretamente. Si el ruido, el descaro, el escándalo, la desfachatez fueron los distintos maquillajes de los creadores vanguardistas, el silencio, el secreto, la ocultación y el exilio obligado o voluntario parece que son, seguramente, las máscaras de muchos de los creadores contemporáneos.

La literatura de vanguardia, o si se prefiere, la literatura moderna se encuentra a poco que busquemos en el territorio de lo extraño, lo diferente, lo inclasificable, lo riguroso, lo extranjero. La literatura moderna sobrevive en el silencio de los escritores desterrados. En el silencio de la palabra ensordecedora de los escritores suicidas o exiliados. En la oposición de algunos escritores y escritoras que convierten la escritura en instrumento de existencia y que asumen en la escritura su condición de mujer, suicida, judío, árabe, negro, turco, homosexual o hispano. Que contemplan la escritura como asunción literaria de ese ser diferente a la literatura y lengua establecidas. Una condición de suicidas y de huérfanos. Escribir es autoexiliarse, en cierto modo. Y me pregunto si no habrá en todo escritor huérfano un posible desterrado. Y si en un escritor desterrado no se estará gestando un posible escritor o escritora suicida.

La suma de orfandad y bilingüismo que padezco como un regalo de santos y demonios ha situado mi vida de escritora en una especie de limbo de la literatura. Yo suelo calificar ese espacio de sótano, desván o carbonera. Desde allí puedo sacar al aire mi biblioteca interior. Puedo dirigirme hacia dentro en lugar de perderme hacia fuera. La ciudad donde vivo, Barcelona, me permite esa clase de retiro literario. Es mi ciudad de las palabras. Y, además, cuando hay dos idiomas posibles, la ciudad puede convertirse a veces en un saludable encierro literario.

Pero no todo es así de simple ni sencillo. En los años setenta, a punto ya del cambio democrático, se me ofrece la posibilidad de publicar el manuscrito de mi primera novela en una editorial catalana, la de mayor prestigio por aquel entonces. La condición es que mi novela escrita en castellano la escriba nuevamente en idioma catalán o bien conceda las disposiciones oportunas para mandar que la traduzcan. Algunos escritores lo hacen. Por supuesto, no se trata de una imposición. Se trata, simplemente, de una buena y muy buena posibilidad de ser publicada. El catalán ha dejado ya de ser una lengua perseguida. Por aquel entonces, en Cataluña son bastantes los escritores que escribiendo un dudoso catalán y un no más afortunado castellano se van convirtiendo en escritores y novelistas catalanes. En mi caso no me parece una estrategia a tener en cuenta. La considero como una castración de mi alma de escritora y prefiero abstenerme de publicar en esas condiciones. De algún modo, debo seguir siendo fiel a mi lengua de madre abandonada. Es mi lengua literaria, mi lengua de escritura, mi identidad de escritora. No hay que olvidar que muchos de los mejores novelistas españoles de aquella época son autores catalanes que escriben en castellano. Juan y Luis Goytisolo, Ana María Matute, Carmen Laforet, Juan Marsé, Ana María Moix, por citar solamente unos cuantos. Además, estamos en plena erupción del boom de los escritores hispanoamericanos que viven en nuestras casas y trabajan en nuestras editoriales. Sin embargo, para publicar más libros elijo editoriales ínfimas y marginales. Interesantes y hermosos proyectos condenados casi a la desaparición inmediata. Entre ellos una editorial feminista (la única), y una ácrata no menos minoritaria. Es una forma de oponerme. De cuestionarlo todo. De proteger mi propio espacio literario.

A decir verdad soy una escritora desterrada. Muy barcelonesa para sentirme cómoda con el nacionalismo catalán que ya empieza a lanzar sus primeras puyas y demasiado huérfana para cambiar de ciudad y tratar de cambiar de ese modo mi literatura.

Lo cierto es que viajo bastante. Después mis viajes más largos se van haciendo sedentarios y viajo a través de la literatura. Ya he perdido gran parte de aquel mutismo estrafalario. Me gusta discutir, polemizar y me entrego a ello ya sea con los autores vivos como con los autores muertos que leo y sigo releyendo. En plena década de los ochenta el gobierno catalán impone el criterio de negar la cultura catalana a los escritores catalanes que persistimos en escribir en español o castellano. Lo paradójico es que cuanto más se ofusca el gobierno nacionalista en imponer esta absurda normativa, más nos reímos nosotros, los escritores catalanes que, al parecer, escribimos libros extranjeros. No sólo parece traernos sin cuidado que se nos margine de un país y de una cultura que nos pertenece de lleno sino que hasta nos mostramos entusiasmados con la idea. Como las reses nos segregan en dos bandos, el catalán y el castellano. Con todo, al cabo de los años, tanta risa nuestra va descorazonando al gobierno nacionalista catalán que poco a poco se vuelve más generoso al respecto. Ahora, quienes vivimos aquí pertenecemos todos a la cultura catalana. Ese cambio no impide que los escritores sigamos sufriendo sanciones indirectas. Por ejemplo, es raro que un escritor catalán que escriba en castellano aparezca en la televisión autonómica. Pero también es verdad que la televisión es el medio antiliterario por excelencia. El más banal de los medios paraliterarios.

Los responsables culturales del gobierno catalán actual insisten en separar las dos literaturas autóctonas. Yo sigo sin estar de acuerdo. ¿Cómo voy a dividirme por en medio? ¿Qué parte de mi aliento interior pertenece al aire catalán o castellano? En mi intimidad viven dos lenguas, hijas seguramente de madres distintas, contrarias o bien complementarias y, luego, está mi lengua de escritura que es la hija pródiga, o la hermana mestiza de ambas. En mi casa se hablan las dos lenguas. En mi relación con los otros, amigos o conocidos, conversamos en las dos lenguas indistintamente, ininterrumpidamente, mezcladas entre sí en la conversación social y sin conciencia alguna de este cruce constante del habla. Como si en Barcelona todos fuéramos escritores porque los escritores somos, sobre todo, huéspedes del idioma. Escribir es transitar por un idioma prestado. El escritor toma prestado un idioma, o varios de ellos para escribir algo personal con este préstamo. De ese modo nos vamos ensanchando y distinguiendo unos de otros, de ese modo nos vamos pareciendo porque en el fondo, y cuando se trata de literatura, ¿qué lengua pertenece a quién?


Artículo publicado en la Revista ADAMAR